Mariñas Guerrero, Wilfredo
EDITORIAL: LEDORIA
AÑO: 2012
ENCUADERNACIÓN: Rústica
DIMENSIONES: 15X21 cm
PÁGINAS: 280 páginas
El arrollador avance del ejército franquista hacia Madrid es contenido por las milicias republicanas en Illescas. Las columnas del General Varela aprovechan la concentración de efectivos republicanos en torno a la capital sagreña para tomar las posiciones fuertemente atrincheradas de Navalcarnero en su ruta de acceso a Madrid por el eje de la carretera de Extremadura, mientras tanto ordena al teniente coronel Barrón una férrea defensa de la plaza de Illescas. La alarma cunde entre los dirigentes republicanos, Manuel Azaña abandona la capital con destino a Benicarló, asume el mando el socialista Largo Caballero. Éste insta a la defensa heroica al pueblo de Madrid, pide tiempo para poner en marcha el potencial del recién creado Ejército Popular de la República y la puesta en escena del material bélico soviético recibido, los temidos cazas Polikarpov y los tanques de combate T-26, que podrían inclinar los acontecimientos a favor del republicanismo. En Illescas, a la par del ímpetu nacionalista y la urgencia republicana, confluye también la necesidad de localizar parte de los bienes del tesoro nacional incautados en Toledo, desaparecidos en sus inmediaciones. Las autoridades de Madrid confían la misión a un joven asistente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, experto en construcciones medievales, merced a una clave interceptada por las milicias urbanas, frustrando las pesquisas de un quintacolumnista. La acción en medio del campo de batalla constituye para el joven asistente un camino de iniciación en los atributos del arte mudéjar ilarcuriense y una experiencia vital entre los totalitarismos auto excluyentes que imperan en la España del otoño de 1936.
EDITORIAL: LEDORIA
AÑO: 2012
ENCUADERNACIÓN: Rústica
DIMENSIONES: 15X21 cm
PÁGINAS: 280 páginas
El arrollador avance del ejército franquista hacia Madrid es contenido por las milicias republicanas en Illescas. Las columnas del General Varela aprovechan la concentración de efectivos republicanos en torno a la capital sagreña para tomar las posiciones fuertemente atrincheradas de Navalcarnero en su ruta de acceso a Madrid por el eje de la carretera de Extremadura, mientras tanto ordena al teniente coronel Barrón una férrea defensa de la plaza de Illescas. La alarma cunde entre los dirigentes republicanos, Manuel Azaña abandona la capital con destino a Benicarló, asume el mando el socialista Largo Caballero. Éste insta a la defensa heroica al pueblo de Madrid, pide tiempo para poner en marcha el potencial del recién creado Ejército Popular de la República y la puesta en escena del material bélico soviético recibido, los temidos cazas Polikarpov y los tanques de combate T-26, que podrían inclinar los acontecimientos a favor del republicanismo. En Illescas, a la par del ímpetu nacionalista y la urgencia republicana, confluye también la necesidad de localizar parte de los bienes del tesoro nacional incautados en Toledo, desaparecidos en sus inmediaciones. Las autoridades de Madrid confían la misión a un joven asistente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, experto en construcciones medievales, merced a una clave interceptada por las milicias urbanas, frustrando las pesquisas de un quintacolumnista. La acción en medio del campo de batalla constituye para el joven asistente un camino de iniciación en los atributos del arte mudéjar ilarcuriense y una experiencia vital entre los totalitarismos auto excluyentes que imperan en la España del otoño de 1936.
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